4 may 2007

Ayer la asociación de cultura tradicional leonesa RAIGAÑU, recibió una invitación de la Editorial “EL BUHO VIAJERO”, para que asistiéramos a la presentación del libro-CD: “ANTOLOGÍA Y VOZ”, de Antonio Gamoneda . El poeta leonés de barrio, del “Crucero”, de mi barrio.
No he tenido tiempo de leer (y escuchar) el libro, pero estoy seguro que como todos los trabajos de Puri & Miguel, es un trabajo preciosista y cuidado, como preciosista fue el acto, presentado por el escritor D. José Enrique Martínez, donde además de la presencia de nuestro flamante PREMIO CERVANTES, tuvimos música a cargo de Ana Castillo (Soprano) y Elías Rapado ( Piano) -Buena idea y buen “ameciú”, el de música y literatura-
Para lo que sí he tenido tiempo, es para releer los versos de Gamoneda, versos que nuevamente me trasladaron a mi infancia, mi juventud, a la juventud de mis padres, a mi barrio.

Copio algunos versos de Antonio, no porque sean mejores o peores, sino por que forman parte de mi memoria histórica, la que mis padres me contaron, la que yo he vivido, la que cantan los poetas, la que nunca contaron los libros de historia, la que nunca formó parte de los libros de texto, -que entonces, como ahora, dictaban los políticos, para ser salmodiados en las escuelas.-

Sucedían cuerdas de prisioneros; hombres cargados de silencio y mantas. En aquel lado del Bernesga los contemplaban con amistad y miedo. Una mujer, agotada y hermosa, se acercaba con un serillo de naranjas; cada vez, la ultima naranja le quemaba las manos; siempre había más presos que naranjas.

Cruzaban bajo mis balcones y yo bajaba hasta los hierros cuyo frió no cesará en mi rostro. En largas cintas eran llevados a los puentes y ellos sentían la humedad del rió antes de entrar en las tinieblas de San Marcos, en los tristes depósitos de mi ciudad avergonzada.

Tardé años en enterarme de quienes eran los que mi padre presentaba como.. “compañeros del colegio”. En los años 60 aun se hablaba en clave, oídos sicarios seguían escuchando en los bares.

La procesión de asnos retornaba cada tarde de los pedreros abandonados por las aguas. Atravesaba el soto con el paso tenaz del infortunio y los guijarros resonaban en la profundidad de los cuévanos de esparto. Grandes borlas sangrientas y azuladas pezuñas inducían negaciones y signos de festividad. Ante las tiendas, la boca del burrero se abría como una flor negra, coagulada en una sintaxis lejana, alimentada por las noche de cólera en los latifundios.
Los extrémenos se alejaban y los niños sentíamos su desaparición como una esfera de silencio, como un ramo de fósforo apagado.

Como olvidar a Manuel el burrero, si su exótico acento sureño, enseño a cecear a mi media lengua infantil,
Pero ahora me pregunto,…. Si también te conoció Antonio en su infancia….¿Cuantas toneladas de graba tuviste que trasportar, para hacer el hormigón de los contratistas?


Este es un tren de campesinos viejos
Y de mineros jóvenes
Se ve algo que une
Mas que la sangre y la amistad.
Es una cosa del cuerpo y del alma.
Es grande y dolorosa

Rectos y oscuros, los chopos
llenan de serenidad las riberas
y, cerca de ellos, bajo el pueblo, el río
desciende azul y lleno de soledad.

Cruzan los pueblos de sonido humilde
--Pardavé, Pedrún, Matueca-;
Las casas montan las paredes tristes
Sobre el espacio de las huertas;

-Matallana, Aviados, La Vecilla-
Encrespado mar calcáreo,
Acampadas de fogata y estrellas;
recorrimos tus cársticas arterias
descansamos en tus playas,
descubrimos tus arrecifes tropicales,
paisajes de coral petrificado.
Ríos de “pintona” y cañas

Gritos sobre la hierba y el huracán de púrpura.
Giráis envueltos en banderas y exhaláis dulzura.
Obedecéis a ancianos invisibles cuyas canciones pasan por
vuestra lengua.
Ah, jóvenes elegidos por mis lagrimas
.

Aquellos jóvenes barbados, ya peinan canas.

Gracias por tus poemas Gamoneda.

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